Calibraba el gesto con precisión,
dibujándose la mirada con un carbón
y una sonrisa muda.
Repasaba cada movimiento
con la habilidad de quien nunca fue aprendiz
y con exactitud.
Como la idea que se enreda en el cabello,
da la vuelta a la corbata y se ciñe el nudo
de un bigote tragicómico diminuto.
Desde aquí arriba, todo aquello ahora nos parece universal,
desde el primer nido al último sol,
recorriendo las llanuras.
Dentro del sombrero, el inventor de la risa no dice nada
y se saca de la manga un bastón.
Hace equilibrios como tú y como yo.
Caminaba con paso teñido de sueño,
con la prisa de quien corre y no sabe dónde,
mientras enreda el hilo.
Desgranaba cada copo de nieve,
pisaba celuloides con el pie
con un gran estilo.
Cuando la orquesta submarina emprende el vuelo,
sobran palabras, bailan los pingüinos.
Posiciones, que en tres, dos, uno... ya estaremos dentro.
Desde aquí arriba, todo aquello ahora nos parece universal,
desde el primer nido al último sol,
recorriendo las llanuras.
Dentro del sombrero, el inventor de la risa no dice nada
y se saca de la manga un bastón.
Hace equilibrios como tú y como yo.
Desde aquí arriba, todo aquello ahora nos parece universal,
desde el primer nido al último sol,
recorriendo las llanuras.
Dentro del sombrero, el inventor de la risa no dice nada
y se saca de la manga un bastón.
Hace equilibrios como tú y como yo.
¡Recuerdos de Charles!