Yo tenía una gallina
que al gallo le reclamaba:
"¡Qué desgracia andar descalza!",
cada tanto le gritaba.
El gallo, medio molesto,
se paraba a contestar:
"¿Zapatos con tantos dedos
de dónde quiere sacar?"
"Vos te vienes con tus gracias
si te digo la verdad",
le dijo, "si hoy no me compras
se acaba nuestra amistad".
El gallo muy serenito
diciéndole se paseaba:
"Descalza te he conocido,
hoy te haces la delicada".
"Sos un gran engañador,
me tienes siempre engañando,
¡ni de tus crías te acuerdas!
Yo los mantengo escarbando".
Dijo el gallo: "Últimamente
yo vivo siempre aguantando,
ayer el gallo cenizo
te andaba el ala arrastrando".
"Será por que ya estoy viejo
prefieres al jovencito
con razón ahora los pollos
salen todos cenicitos".
La gallina le decía:
"Hasta ahora no has aprendido
cuando uno se fija en otro
salen siempre parecidos".