«Para Peppì, uh, qué cansado estás, Peppì, iih-ah, guapo, auh".»
Caballo, caballo ciego de la mina
que jalas, jalas cien carretillas llenas de carbón
y arrodillado, te vas.
«Ah guapo, ah, heh-uh".»
Caballo, caballo ciego de la mina,
no ves nada, todo lo sabes
paso a paso, pasan los años.
Cuando seas viejo, vuelve al sol,
a ese sol que ya no ves.
Y, sube, sube, sube, sube
cien metros, mil metros, hacia el sol.
Un mar de luz, el olor a hierba,
y recuerdas cuando eras fuerte,
y galopabas, galopa, galopa,
galopa, galopa, galopa, galopa
galopa, galopa, galopa, galopa
galopa, galopa, galopa, galopa
galopa...
Aah-aah-aah.
Caballo, caballo ciego de la mina,
ahora eres viejo, viejo y enfermo
abandonado, buscas la mano del hombre.
«Peppì, qué viejo estás, Peppì, muy viejo.»
Y escuchas algo cerca de tu oído,
una cosa fría en una mano, una mano que tiembla,
y escuchas ‹MBAM!›.
El hombre te mira y te acaricia,
pero ya no sientes,
tu galopas, galopas, galopas, galopas,
galopas, galopas, galopas, galopas,
galopas, galopas, galopas, galopas...