Esta vida pasajera es como un lucero matutino,
una puesta de sol, o las olas alzándose en el mar,
una suave brisa o un relámpago en la tormenta,
un sueño danzante de toda la eternidad.
La arena resplandecía bajo la luz de la mañana
y, bailando sobre las dunas tan lejanas,
la noche encerraba una música tan dulce, tan larga,
y ahí yacimos hasta que despuntó el alba.
Nos levantamos esa mañana al son de la llamada para avanzar,
nuestros camellos ensillados, nuestros carruajes llenos.
El sol se alzaba en el cielo de Oriente
mientras nos poníamos en marcha hacia el clamor del desierto.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.
Las tiendas se hacían más pequeñas a medida que las pasábamos cabalgando,
sobre una tierra que me habla de muchos días pasados,
los meses de paz y los años de guerra
las vidas del amor y todas las vidas del miedo.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.
Cruzamos los lechos de los ríos tallado sobre la piedra
y trepamos a las montañas más poderosas jamás conocidas.
Más alla de los valles, bajo el calor abrasador
hasta que llegamos al caravanserai.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.
¿Qué es esta vida que me arrastra lejos?
¿Qué es este hogar en el que no podemos residir?
¿Qué es esta misión que me hace avanzar?
Mi corazón se siente pleno cuando estás conmigo.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.
Llamando, anhelando, llevándome, hacia ti y el hogar.