Mi comandante Guevara,
no hay en tu muerte una flor,
pero están las metralletas,
tallos de sangre y dolor.
Oigan bien los asesinos:
no han matado a un hombre más,
han matado a los que dudan
que ya es hora de luchar.
Oigan bien los generales:
hay una bala de sol
para la oscura mentira
que tienen por corazón.
En el andar de los ríos,
desde el dialecto aymará
por altiplanos y selvas
el guerrillero hablará.
Y dirá las cien razones
de vencer o de morir,
y cada guerrilla nueva
lo hará sentirse vivir.