Una vez, yo estaba solo,
tan solo... y entonces,
de repente, llegaste tú,
como el sol en lo alto de las colinas.
Frío, frío era el viento;
cálidos, cálidos tus labios
allá, en aquella pista de esquí
donde tu beso me turbó de emoción.
Fin de semana en Canadá, un cambio de escena
fue lo que más trataba de hallar,
y luego te descubrí y en tus ojos encontré
el amor que no pude ignorar.
Descendió, descendió el sol.
Deprisa, deprisa latió mi corazón.
Supe, cuando se puso el sol,
desde aquel día, nunca nos diríamos adiós.