Rompí tu plato, cerré mi cuarto,
bebí tu licor,
ordené la sala, hice tus maletas
y las puse en el pasillo.
Limpié mi vida, te saqué de mi cuerpo,
te saqué de las entrañas,
hice una especie de un aborto
y, por fin, lo nuestro acabó, está muerto.
Tiré la copia de las llaves por debajo de la puerta
para no tener motivos
de pensar en una vuelta.
Quédate con los tuyos,
buena suerte, adiós...