La vida te la dan
pero no te la regalan.
La vida se paga
por más que te pene.
Así ha sido desde que
Dios echó al hombre del Edén,
por confundir
lo que está bien
con lo que le conviene.
Si a plazos o al contado
la vida pasa factura,
rebaña y apura
hasta las migajas.
Que si en cada alegría
hay una amargura,
todo infortunio esconde alguna ventaja.
Bienaventurados los necios
que se arriesgan a prestar consejos
porque serán sabios a costa
de los errores ajenos.
Bienaventurados los pobres
porque saben, con certeza,
que no ha de quererles nadie por sus riquezas.
Bienaventurados los adictos a emociones fuertes
porque corren buenos tiempos para la gente marchosa.
Bienaventurados los dueños del poder y la gloria
porque pueden informarnos de qué va la cosa.
Bienaventurados los que alcanzan la cima
porque será cuesta abajo el resto del camino.
Bienaventurados los que catan el fracaso
porque reconocerán a sus amigos.
En cualquier circunstancia
por lastimosa que sea,
busca la manera
de comer perdices;
que a pesar de lo alto que
nos coloquen el listón,
hay que brincar
con la intención
de ser felices.
Bienaventurados los castos
porque tienen la gracia divina
y la ocasión de dejar de serlo
a la vuelta de la esquina.
Bienaventurados los que aman
porque tienen a su alcance
más de un cincuenta por ciento de un gran romance.
Bienaventurados los que están en el fondo del pozo
porque de ahí en adelante
sólo cabe ir mejorando.
Bienaventurados los que presumen de sus redaños
porque tendrán ocasiones
para demostrarlo.
Bienaventurados los que contrajeron deudas
porque alguna vez alguien hizo algo por ellos.
Bienaventurados los que lo tienen claro
porque de ellos es el reino de los ciegos.