Me despierto tarde,
un día más.
Oh, qué maravilla.
Oh, qué desperdicio.
Es un lunes,
tan mundano.
¿Qué cosas emocionantes
sucederán hoy?
El jardín está lleno de basura, es un caos y
supongo que los vecinos pensarán que tenemos un laboratorio de metanfetaminas.
Deberíamos arreglarlo,
me quito las sábanas,
estamos a 40º
y siento que muero.
La vida se está complicando,
así que haré algo de jardinería.
Lo que sea que me ayude a pensar en algo más y no en lo que debería.
La agradable vecina habla de jardineras
y de todas las cosas lindas que plantará en ellas.
Yo quiero cultivar jitomates en la entrada principal,
girasoles, brotes de soja, maíz tierno y rábanos.
Me siento pro-activa,
arranco las malas hierbas.
Y de repente
tengo problemas para respirar.
Mis manos tiemblan,
mis rodillas se debilitan,
parece que
no puedo mantenerme de pie.
Respiro, pero jadeando,
siento como si tuviera un enfisema,
mi garganta se siente como una chimenea,
llena de Weet bix1 y queroseno y
oh, no, lo próximo que sé
es que llaman a emergencias.
Prefiero morir que deberle al hospital
hasta que sea vieja.
Me llega adrenalina
directo al corazón,
me siento como Uma Thurman,
despertando después de una sobredosis.
Me recuerda a aquella vez
cuando estaba realmente enferma
y tomé demasiada pseudoefedrina y
no podía dormir en la noche.
A media calle, Andy mira con ambivalencia,
probablemente se pregunte qué hago subiéndome a una ambulancia.
La paramédico cree que soy lista porque toco la guitarra,
yo creo que ella es lista porque evita que la gente muera.
Anafiláctica y súper hipocondriaca,
debí quedarme en la cama hoy,
prefiero lo mundano por mucho.
Le doy una calada
a un inhalador para el asma,
lo hago mal,
nunca fui buena para fumar en bongs,
no soy tan buena inhalando.
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