El aire del domingo escapa del pasado y del presente.
Una misa, un partido, un dulce nada que te hace sufrir.
Se acuesta a tu lado y te mata lentamente.
Aire de ella, sus rodillas bajo su mentón,
aire de ella, se parece mucho a un perro feliz,
aire de ella.
Y el crepúsculo, sabes, sopla aire de ella, en el oro y la plata.
La tristeza la alegría, el entusiasmo el aburrimiento,
e incluso el llanto reprimido,
aire de ella, aire de ella.
Y mi madre que en Pascua con un postre me viene a visitar.
Un amigo fue a Londres para sanar, lo que he cenado.
Mis paseos, todo la belleza, todos los problemas.
Aire de ella, los cigarrillos que yo fumo,
aire de ella, salir con otra y pasarme de listo,
aire de ella.
Un arpegio que señala el adiós
cuánto es azul la tarde.
Quien me espera no sabe que me gusta irme sin hacer ruido.
y un arpegio que es la mejor ocasión para convertirse en perfume.