Aquel almendro de 'onde la Tere
es el testigo de mi niñez.
Bajo su fronda de ancha mesura
caí redondo de calentura
por tu cariño, María Inés.
Zapatos burros, pantalón chino*,
miré la aurora de tu rubor,
y el fondo claro de tus pupilas,
como dos pozos de aguas tranquilas
donde mi infancia se sumergió.
Si me preguntas por qué tu nombre
no lo podría nunca olvidar...
has de saber
que lo llevo dentro,
en el aroma de los almendros
que hoy retoñaron en mi solar.
Hoy que pasé por la pulpería
la Tere Armijo me vio llorar.
En mis pestañas alborozadas,
quedó una lárgrima rezagada,
de aquel ayer que no volverá.
Mirando al fondo de la casona
mi pecho todo se estremeció.
Sentí de golpe toda mi infancia,
cuando llegaron con su fragancia
las hojas de aquel almendro en flor.
Si me preguntas por qué tu nombre
no lo podría nunca olvidar,
has de saber...
que lo llevo dentro,
en el aroma de los almendros
que hoy retoñaron en mi solar.