La autopista ya terminó.
Falta poco para la ciudad.
Voy rápido porque
estoy volviendo hacia ti.
Los suburbios pasan rápido,
todos iguales en la neblina
y como siempre aquí
hay más niebla que calle.
Correr es un riesgo, lo sé
pero no tengo tiempo.
Y la distancia es demasiada si
pienso en ti,
pienso en ti.
Ir, partir, volver.
Sentir la calle que entra en el corazón.
La radio siempre encendida me ayuda a pensar, me hace compañía.
Ya tengo la cabeza en casa.
Pero hay un bloqueo de la policía.
Está justo detrás del paso desnivel.
Vidrios rojos aquí y allá
y la ambulancia que se va.
Junto al siniestro no hay nada.
Bajo del auto y luego me detengo a mirar.
Quizá es un chico como nosotros, como yo y pienso fuertemente en ti.
Ir, partir, volver.
Me dices, ¿quién quiere morir a los veinte años?
Pero cuando estás ahí nunca piensas
que pueda ocurrirte a ti, oh a ti.
Y de nuevo ir, partir, volver.
Todos tienen a alguien que los espera
y yo puedo esperar, quiero tocarte.
No puedes entenderlo, quiero asegurarme que estás ahí.
Y la luz está ahí arriba.
Y hay una sombra, eres tú.
Subiré las escaleras de dos en dos.
Dos manos, las tuyas.
Ir, partir, volver.
Ya duermes, pongo una oreja sobre tu corazón.
Lo oigo mientras late y lenta, lentamente desaparece
esta ansiedad que tengo.
Esta ansiedad que tengo.
Tengo ese auto en la cabeza,
esos destellos.
Pienso en ello y no sé
si esta noche
dormiré.