Bautizado con un nombre perfecto,
el dudoso de corazón,
a solas sin él mismo.
Una guerra entre él y el día.
Necesita a alguien a quién culpar.
Al final, poco puede hacer por su cuenta.
Uno no cree sino lo que ve.
Uno no recibe sino lo que da.
Acaríciala, la lluvia en tu corazón
que nunca se desvanece; las lágrimas de la tristeza blanca como la nieve.
Acarícialo, el amaranto que se esconde
en una tierra del amanecer.
Apartado de la manada deambulante,
en este breve vuelo del tiempo recurrimos
a esos, quienes se atrevan.
Uno no cree sino lo que ve.
Uno no recibe sino lo que da.
Acaríciala, la lluvia en tu corazón
que nunca se desvanece; las lágrimas de la tristeza blanca como la nieve.
Acarícialo, el amaranto que se esconde
en una tierra del amanecer.
Acaríciala, la lluvia en tu corazón
que nunca se desvanece; las lágrimas de la tristeza blanca como la nieve.
Acarícialo, el amaranto que se esconde
en una tierra del amanecer.
Alcanzando, buscando algo intacto.
Oyendo voces del llamado que nunca se desvanece.
Acaríciala, la lluvia en tu corazón
que nunca se desvanece; las lágrimas de la tristeza blanca como la nieve.
Acarícialo, el amaranto que se esconde
en una tierra del amanecer.
Acaríciala, la lluvia en tu corazón
que nunca se desvanece; las lágrimas de la tristeza blanca como la nieve.
Acarícialo, el amaranto que se esconde
en una tierra del amanecer.