Yo iba vendiendo violetas
una tarde de mayo
por la Plaza de Oriente
y me encontré con sus ojos
que me dieron la vida
y me dieron la muerte.
¿Me querrás un poquito?
él me dijo bajito
con voz de primavera.
Te querré, tanto y tanto,
que puede que con llanto
yo pague el que te quiera.
Y aquella tarde clara
no vendí mis violetas
en la Plaza de Oriente,
ni escuché aquel romance
que cantaron los niños
en redor de la fuente.
Almudena, mi Almudena,
no te vayas tú de aquí,
que él es duque y tú una pobre
violetera de Madrid.
A ese hombre lo hemos visto
con el Rey ir y venir,
con su sable y su plumero
y su capa carmesí.
Arroyo claro, fuente serena,
si te vas con el duque,
¡pobre Almudena, pobre Almudena!
~ ~ ~
Ya no vendí más violetas
y viví entre damascos
como reina y señora,
pero su amor fue cambiando
y ahora soy yo quien pide,
quien suplica y quien llora.
¿Y papá nunca viene?
me pregunta quien tiene
derecho a preguntarme.
Y le digo: mañana;
y miro a la ventana
para no delatarme.
Y ahora he vuelto de nuevo
a pasar como entonces
por la Plaza de Oriente,
y he escuchado el romance
que cantaban los niños
en redor de la fuente.
¿Dónde vas, pobre Almudena?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de mi amante
que ayer tarde no lo vi.
Nosotros sí que lo vimos
con su capa carmesí,
dando el brazo a una duquesa
más bonita que un jazmín.
Arroyo claro, fuente serena,
¡olvídate del duque,
pobre Almudena, pobre Almudena!
Él me dijo que vendría
antes que llegase abril,
con un anillo de oro
para conmigo cumplir.
No lo esperes, Almudena,
porque nunca ha de venir,
que él es duque y tú una pobre
violetera de Madrid.
Arroyo claro, fuente serena,
¡olvídate del duque,
pobre Almudena, pobre Almudena!