En un feca de barrio
un laburante le otivaba a un vivillo
que había caído de recalada
a mandarse una caña...
antes del apoliyo.
La laburó de guapo... piolamente,
y la milongua... su caro berretín,
ñapada postamente en su bulín,
rejunó cayetana el expediente.
Era una naifa piya y cadenera
que andaba con la yuta cabreiroa
con prontuario a la gurda... sobradora,
y una pintusa de percanta buena.
Él, que había sido un liso bien cheronca,
un caferata de tapín y escuela,
perdió su cancha laburando, ¡oi'dioca!,
de colchonero y refilando tela.
Tanto amó el longipietro a la taquera
que aguantiñó, robreca,
que la barra nochera lo llamara,
por Pamela y por merlo mishé,
Aguja Brava.
Y así terminó un piola, Aguja Brava,
que por amor quedó cardando lana.
Antes, sacaba tela de las minas
y ahora le hace colchones a la cana.