Tus ojos, son los ojos de una mujer enamorada,
y, ¡oh, cómo te delatan!
¿Por qué negar que eres una mujer enamorada,
cuando yo sé muy bien lo que digo?
Digo, no hubo nunca luna en el cielo que diera tanto fulgor,
una llama por dentro los hace brillar.
Tus ojos son los ojos de una mujer enamorada,
y deja que se miren, eternamente, en los míos,
¡locamente que se miren, eternamente, en los míos!