A veces hay una voz que se levanta
más alta que el mundo y que nosotros,
y hace lloverme los ojos cuando canta
en un llanto que enmudece mi voz.
Húndeme los sentidos y el tiempo
al punto más distante del que estoy,
y abraza aquel lugar que, tan ceniciento,
se esconde bajo la niebla que bajó.
Y grítamelo en el pecho cuando sientas
llegar la cara triste de un amor,
más alta que el mundo y que la gente,
la voz ya no es voz, se llama dolor.