Habían crecido juntas,
la guitarra y Violeta Parra.
Cuando una llamaba,
la otra venía.
La guitarra y ella se reían,
se lloraban,
se preguntaban,
se creían.
La guitarra tenía un agujero en el pecho.
Ella, también.
En el día de hoy de 1967,
la guitarra llamó
y Violeta no vino.
Nunca más vino