Hace muchos, muchos años ya,
cuando en Rusia aún no se conocía a Marx,
existió un hombre especial
que vivió muy bien aunque acabó muy mal.
En la corte del zar Alejandro y su hijo Nicolás
se coló este personaje extraño y empezó a trepar.
Ra, Ra, Rasputín, era malo, era ruin
y envenenó a más de cien mil.
Ra, Ra, Rasputín, ambicioso de poder,
la corte rusa tuvo a sus pies.
Magia negra, mística y salud,
todo eso y más trajo con él a Moscú.
Con el zar habló de tú a tú
y fue consejero, ministro y gurú.
Seductor y sexy como nadie, bailarín de casatchok,
la zarina se rindió a sus artes y la enamoró.
Ra, Ra, Rasputín, vodka, chicas y caviar,
no respetaba ni a Dios ni al zar.
Ra, Ra, Rasputín, asesino y criminal,
pero un amante profesional.
"Pero según las noticias de sus orgías,
asesinatos y ansias de poder se extendían más y más,
el pueblo empezó a exigir
que la justicia hiciera algo cuanto antes."
Y acabó como era de esperar:
la razón perdió, su locura pudo más.
Y la gente se empezó a cansar,
hay quién le acusó de farsante y charlatán.
Un veneno echaron en su copa pero él sobrevivió.
Disparándole a quemarropa, al final murió.
Ra, Ra, Rasputín, era malo, era ruin
y envenenó a más de cien mil.
Ra, Ra, Rasputín, ambicioso de poder,
la corte rusa tuvo a sus pies.
Ra, Ra, Rasputín, vodka, chicas y caviar,
no respetaba ni a Dios ni al zar.
Ra, Ra, Rasputín, asesino y criminal,
pero un amante profesional.