Era la playa un secreto de cal,
una blanca cuna para el atardecer...
De repente los dos quisimos beber;
la sal no nos quitó la sed.
Tú y yo escribimos su nombre, de noche,
sobre la arena blanca;
un viento se alzó, celoso, al alba,
y borró de un golpe el escrito.
Que alegria! Que fuerza en el corazón
al empezar la vida!
El tiempo trajó otra medida
dejando en calma nuestro vuelo.