Nuestra tierra, ancha tierra, soledades,
se poblò de rumores, brazos, bocas.
Una callada sìlaba iba ardiento,
congregando la rosa clandestina,
hasta que las praderas trepidaron
cubiertas de metales y galopes.
Fue dura la verdad como un arado.
Rompiò la tierra, estableciò el deseo,
hundiò sus propagandas germinales
y naciò en la secreta primavera.
Fue callada su flor, fue rechazada
su reuniòn de luz, fue combatida
la levadura colectiva, el beso
de las banderas escondidas,
pero surgiò rompiendo las paredes,
apartando las càrceles del suelo.
El pueblo oscuro fue su copa,
recibiò la substancia rechazada,
la propagò en los lìmites marìtimos,
la machacò en morteros indomables.
Y saliò con las pàginas golpeadas
y con la primavera en el camino.
Hora de ayer, hora de mediodìa,
hora de hoy otra vez, hora esperada
entre el minuto muerto y el que nace,
en la erizada edad de la mentira.
Patria, naciste de los leñadores,
de hijos sin bautizar, de carpinteros,
de los que dieron como un ave extraña
una gota de sangre voladora,
y hoy naceràs de nuevo duramente,
desde donde el traidor y el carcelero
te creen para siempre sumergida.
Hoy naceràs del pueblo como entonces.
Hoy saldaràs del carbòn y del rocìo,
Hoy llegaràs a sacudir las puertas
con manos maltratadas, con pedazos
de alma sobreviviente, con racimos
de miradas que no extinguiò la muerte,
con herramientas hurañas
armadas bajo los harapos.