Tengo la sensación de estar viviendo los mejores años de mi vida.
El Universo está en constante expansión, y con ello sus dimensiones. En nuestra realidad conocemos la altura, la anchura y la longitud: las tres dimensiones del Espacio, que con el Tiempo dan un total de cuatro dimensiones observables. No podemos viajar en el tiempo, ya que en nuestro planeta es siempre lineal y hacia delante, no lo conocemos de otra forma.
Hubo un hombre hace ya unas décadas, Allan R. Sandage, que tomando medidas con su telescopio demostró que la expansión del universo ahora es más lenta que hace 1000 millones de años. Esto lleva a la teoría de que la expansión no es infinita. Imagina que estiras una goma elástica y cuando no puedes tirar más la sueltas. Ésta se contrae, se comprime de nuevo. Esta es la teoría del Big Crunch, según la cual la expansión en algún momento revertirá la marcha hasta que todos los elementos que conforman el universo y toda la materia se comprima en una singularidad espacio-temporal.
Lo que quiero decir con esto, amor, es que el Tiempo como lo conocemos ocurrirá justo al revés. Y volveremos a vivirnos, de fin a principio, de la última caricia de despedida a la tímida primera, de la amarga soledad a la agridulce ignorancia de tu existencia, de la luz en el túnel a la oscuridad en nuestro cuarto. De tantas cosas que no hemos vivido aún, a los que ahora llamo los mejores años de mi vida.
Hay quien ofrece la teoría del Universo oscilante, que dice que después del Big Crunch tendrá lugar un nuevo Big Bang. Y no sé cuántas posibilidades nos presenta la física cuántica de que todo vuelva a ocurrir según está pasando, pero de verdad espero que todas las mariposas den entonces todos los aleteos que han hecho falta para que estemos aquí y ahora.