La diosa de mi calle
tiene los ojos donde la luna
acostumbra a emborracharse.
En sus ojos, yo supongo
que el sol, en un dorado sueño,
va a buscar la claridad.
Mi calle no tiene gracia,
pero cuando por ella pasa,
su figura que me seduce,
ah, callejuela modesta,
es un paisaje de fiesta,
es una cascada de luz.
En la calle, un charco de agua,
espejo de mi amargura,
transporta el cielo
hasta el suelo;
tal como el suelo de mi vida,
mi alma conmovida
y mi pobre corazón.
Espejo de mi amargura,
mis ojos
son charcos de agua
soñando con su mirada.
Ella es tan rica y yo tan pobre,
yo soy plebeyo
y ella es noble,
no vale la pena soñar.