Una habitación, una ventana,
una cama tendida, un espejo
donde todavía encuentra espacio tu reflejo.
El recuerdo ahora es como
un piano sin voz
que entre más suena, menos oigo sus notas.
Y de repente, en el silencio, mi pensamiento
vuela hacia esa imagen.
Mis manos frías y mis cabellos
negros y largos sobre los hombros.
Mis labios algo torpes susurraban:
"No me mires, no te detengas".
Piel contra piel, tu sonrisa.
No hacían falta las palabras.
Recuerdo todavía la emoción
mientras se marcha el sol
y en la habitación, 200 notas.
Toda vida tiene puntualmente
su destino por cruzar,
por rozar incluso solo por un instante
y quizá sea cierto que lo que llevas dentro
es siempre todo lo que
nunca has podido tener a un lado.
Y entonces busco rechazar las huellas
de un recuerdo lejanísimo.
Mis manos frías y mis cabellos
negros y largos sobre los hombros.
Mis labios algo torpes susurraban:
"Puedes mirarme, no te detengas".
Piel contra piel, tu sonrisa.
No hacían falta las palabras.
Recuerdo todavía la emoción
mientras se marcha el sol
y en la habitación, 200 notas.
Doscientas notas.
Mis manos frías y mis cabellos
negros y largos sobre los hombros.
Mis labios algo torpes susurraban:
"Puedes tocarme, ¡no te detengas!".
Piel contra piel, tu sonrisa.
No hacían falta las palabras.
Recuerdo todavía la emoción
mientras se marcha el sol
y en la habitación, 200 notas.
Y es así que avanzan la vida y su recorrido
en equilibrio entre la añoranza y el remordimiento.
Y nos quedamos curando nuestros pedazos de corazón
porque somos la sangre que fluye y que inventa el amor.
El pasado es pasado y no hay nada por hacer.
Lo puedes perder o puedes buscarlo
en estas noches tan vacías,
y en la habitación, 200 notas.