Tú subías desde el Cono Sur
y venías desde antes,
con el amor al mundo bien adentro.
Fue una estrella quien te puso aquí
y te hizo de este pueblo.
De gratitud nacieron muchos hombres
que igual que tú,
no querían que te fueras
y son otros desde entonces.
Después de tanto tiempo y tanta tempestad
seguimos para siempre este camino largo, largo
por donde tú vas, por donde tú vas.
El fin de siglo anuncia una vieja verdad,
los buenos y los malos tiempos hacen una parte
de la realidad, de la realidad.
Yo sabía bien que ibas a volver,
que ibas a volver de cualquier lugar,
porque el dolor no ha matado a la utopía,
porque el amor es eterno
y la gente que te ama no te olvida.
Tú sabías bien desde aquella vez
que ibas a crecer, que ibas a quedar,
porque la fe clara limpia las heridas,
porque tu espíritu es humilde
y reencarnas en los pobres y en sus vidas.
Son los sueños todavía
los que tiran de la gente,
como un imán que los une cada día.
No se trata de molinos,
no se trata de un Quijote,
algo se templa en el alma de los hombres,
una virtud que se eleva por encima
de los títulos y nombres.